miércoles, 26 de noviembre de 2014

LA NIÑA DE LOS OJOS ILIMITADOS



Nadie puede hacerte sentir inferior
sin tu consentimiento.                                                                                   Eleanor  Rooselvet



LA NIÑA DE LOS OJOS ILIMITADOS


No sé
si te reconoces.

Aquella niña de ojos ilimitados
puede que este a tiempo
de ayudarte a recordar.
A recordar
la esencia femenina
que colmaba tus encantos,
que eran muchos,
que son tantos…,
recordar
aquellos sueños
que nunca
nacieron para morir desgastados
bajo el techo protector
de una habitación de adolescente,
aquellos espacios despistados
que yacían escondidos
entre la calma dulce
de un tiempo blanco.
                       
Quizás  sí, quizás,
aquella niña de ojos ilimitados
pueda ayudarte a recordar
aquel mundo  que avistabas
ya cercano,
donde intuías
un amago empañado
de tu forma de mujer,
donde los pasos transitaban confiados
todavía.

Quizás
también te ayude a recordar
aquel mundo
que tratarías de ajustar a tu medida,
como aquellos  imposibles jeans
que habitabas a diario,
como aquel banco de parque
que pretencioso
se jactaría de atesorar tus secretos de pandilla
entre sus horas de sol y lluvia.

Ahora miras dentro de ti
y te encuentras  encerrada
atendiendo cada día al desatino.   

Cae, se despeña sin rozar a penas
los bordes de tus labios
tu voz,
cae arrastrando  la entereza
de tu firme palabra,
de tu palabra
y de la fuerza contenida en su cadencia.

Hay demasiado en juego.
Los niños, que ya comprenden,
un hogar, por fin logrado,
alguna promesa inservible y caducada
que se adhiere pegajosa
tras la mentira de aquel príncipe imaginado
de doble cara.

Escuchas dentro de ti
como cruje el miedo,
como aúlla la desesperanza,
y ruegas al cielo para que el viento
que hoy traspase la ventana
tan solo derribe la soledad y la pena
que permanecen ancladas en el mismo fondo
de tu alma.

Decir amor, mientras oculta
sus manos manchadas,
ya no justifica la culpa y la amenaza,
decir amor
solo envilece la certeza
de la cárcel que te atrapa,
que te hiere de una muerte recargada
de esperanzas rasgadas.

Decir amor
no justifica
nada.

Aquella niña de ojos ilimitados,
jamás decidió morir
mientras vivía.

Aquella niña
vive
vive sin duda alguna aún

en ti misma.

©Concha González.

3 comentarios:

  1. Estoy pensando hacerme amigo de ella, espero que no te sientas desairada por ello.
    Abrazos, siempre

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  2. La niña de los ojos ilimitados que conozco, tiene también la fuerza sin límite que la experiencia, el valor y la belleza, le han ido afianzando.

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