domingo, 29 de julio de 2012



LA SEQUÍA

Me personé en tus sueños
aquel día.
Intrusismo desmantelador 
de planes de mohínas vidas.
Y en la urdimbre de mis actos
se inició un alevoso empeño
mientras tú,
bajo los murmurios anhelantes 
de tus propios deseos,
pernoctabas despierto
desde hacía un tiempo.


Me entrometí y te privé de ti mismo
de una forma inconsciente,
cayendo en la cuenta
del que nada tiene.


Una lúdica fontana 
de obnubilantes esencias
brotaron de mi alma 
cuando te presintieron mis ojos.
Como brota el apoyo de mujer lactante
ante su recién nacido,
deseo anhelante, calmante de lloros.
Alimento de vida, misterio en sus senos
que arden al fuego de un amor sincero.


Propuse saciar la sed que te aprehendía
la que te evidenciaba impunemente,
la que  asediaba y acechaba
tu incólume cuerpo procazmente.


Comprendo la tortura del sediento
en este mundo donde las lluvias
tiñen los firmamentos
de un índigo agorero,
precursor de iracundos vientos
diseñador de campos yermos.


Comprendo que la sequía
frene al invierno,
atándole los pies que se arrastran
hacia una primavera acallada,
expectante paciente de un verano
que le retorne sus cálidas aguas.

©Concha González.


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